MAMÁ REAL, ¿QUIÉN DECIDE? ¿QUIÉN JUZGA?


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Ayer estuve en una charla de Lucía, mi pediatra, en las Jornadas Optimum de Blemil (ya os contaré cuando tenga experiencia con esta leche) y de camino a casa parece que puse orden a alguna idea que me rondaba en la cabeza hace algún tiempo sobre la MATERNIDAD REAL. ¿Qué es una mamá real? ¿Quién decide quién lo es y quién juzga a la que no?

Lucía hablaba de la necesidad de visibilizar la dureza del postaparto, la soledad, el dolor, la necesidad de acabar con esa idea idílica de la maternidad reciente, del enamoramiento inmediato del bebé, de hablar de la maternidad real y de compartirlo, de contarle a nuestras amigas lo que es de verdad el postparto, o al menos, las dificultades a las que nos vamos a enfrentar en esa maternidad inmediatamente posterior al alta hospitalaria. Noches sin dormir, dolores varios, dificultades con la lactancia, ganas de llorar, un cuerpo en el que no nos reconocemos y un largo etcétera que parece que nadie nos cuenta.

"Algo hizo que se accionara un sentimiento con el que no estaba a gusto, y fue el escuchar MATERNIDAD REAL"

Escuché los testimonios de todas las mamás, de Lucía, y muchas veces me vi reflejada, sobre todo en ese primer postparto que me convirtió en alguien diferente y en el que me perdí durante meses, pero sin embargo algo hizo que se accionara un sentimiento con el que no estaba a gusto, y fue el escuchar MATERNIDAD REAL. 

Cuando hablamos de la maternidad real parece que hablamos de la dureza, de la dificultad, del dolor, de la pena, del no llegar a todo, del encontrarte sola en casa sin poder ir siquiera al baño, de las noches interminables en que ves todas las horas del reloj, de las grietas en los pezones, de los lloros inconsolables, de los gases, de la pena. ¿Esa es la maternidad real? Por supuesto. Pero también la otra cara.

Cuando di a luz por segunda vez fui otra mujer, otra madre completamente diferente a la primera vez: feliz, llena de energía, llena de ilusión. Tenía dolores pero me permitían moverme, pude salir a la calle, pasear, hacerme cargo de mi casa y mis hijos, gestionar los primeros días sola  con los dos (mi marido autónomo no se puede permitir coger un permiso paternal), hacerme fotos y retratar esos primeros días de una manera muy dulce. ¿Dejé de ser real? ¿Mostré una maternidad idílica que no existe? En absoluto, y me sentí juzgada por ello.

Parece que de un extremo nos pasamos al otro, y volvemos a ser nosotras nuestras peores enemigas. Tan real es la que sufre como la que no, y señalar con el dedo a la mamá que según pare tiene energía para escalar el everest, salir de cena y pintarse la raya del ojo es echar piedras contra nuestro tejado. Un vez más. 

"Maternidad real siempre, sobre todo porque ese mismo amor intenso que desgarra el alma es el que nos une a todas."

Respeto. Empatía. Tolerancia. Alegrarnos por lo bueno que le pase al de la lado igual ya es pedir demasiado, pero deberíamos al menos intentarlo. Vivir sin peso en la mochila. Sin rencor. Sólo cuando sepamos capaces de no juzgar, dejaremos de sentirnos juzgados. Maternidad real siempre, sobre todo porque ese mismo amor intenso que desgarra el alma es el que nos une a todas. Dejemos de hacernos daño entre nosotras, de clasificarnos, de juzgarnos, sólo así crearemos la tribu que tanto anhelamos.


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